blueEnergy works to create a more equitable, sustainable world

3/04/2011

Evoluciones dentro de nuestro modelo de impacto

blueEnergy nació de un compromiso en un lugar concreto, la Costa Atlántica de Nicaragua. Este compromiso requirió una flexibilidad del modelo para permitir adaptarse al contexto local. Esto es un enfoque fundamentalmente diferente al de muchas otras organizaciones que primero desarrollan un producto o un servicio y luego buscan un “mercado” adaptado donde implementarlo.
Por Mathias Craig (traducción Hervé Chavagnon) – Cuál es el contexto de este lugar ? Las comunidades de esta región son extremadamente aisladas y pobres, pero aún más grave, carecen de acceso a la mayoría de los servicios básicos como la electricidad, las carreteras, el agua potable, las telecomunicaciones y el financiamiento.  Sin embargo, estos son los servicios sobre los cuales los emprendedores se basan y que valoran para poder montar su empresa en un contexto de economía de mercado, incluso en las comunidades pobres que se encuentran abajo en la pirámide económica y en margen del mercado.  Pero allí, el espíritu empresarial se encuentra ahogado por la ausencia de servicios básicos. La pregunta es entonces como arrancar la máquina económica del desarrollo para que las poblaciones puedan satisfacer sus necesidades?
Para resumir lo que ya es una larga historia, blueEnergy empezó como una organización especializada en energía eólica, construyendo e instalando sistemas de energía en la Costa Atlántica. Hemos organizado muchas formaciones y discusiones con las comunidades pero estábamos enfocados en la tecnología.  A medida que nuestro entendimiento del contexto local iba mejorando y profundizando, empezaba a estar claro que para tener un impacto real, era preciso desarrollar los servicios derivados de la energía. De tal manera que además de la producción de energía, debíamos también implicarnos en la gestión de la energía y sus usos.  Por el contexto, no era posible afirmar que energía en entrada = uso productivo en salida porque faltaban muchos eslabones en la cadena.
Después de dos años más de trabajo y mirando a nuestro alrededor, veíamos toda la cantidad de esfuerzos realizados en el desarrollo de relaciones, infraestructura y procesos para alcanzar las comunidades más aisladas y marginalizadas.  Y no tenía sentido hacer toda esta inversión para estar cerca de las comunidades aun estando lejos, y limitar nuestro servicio a la producción de energía.  Era al contrario más juicioso capitalizar nuestra inversión ya realizada y procurar multiplicar sus efectos con el fin de crear impacto en las mismas comunidades pero en otros sectores que la energía como por ejemplo el agua potable.  Al fin y al cabo, un cambio del sistema requiere el desarrollo de una combinación de servicios, no de uno solo.
Habíamos evolucionado hacia una organización de desarrollo comunitario con enfoque integral, usando las energías renovables y el agua potable en conjunto con otros servicios para estimular los esfuerzos empresariales locales.
Pero emplear semejante modelo de desarrollo integral en condiciones tan difíciles tiene implicaciones: por una parte, el trabajo avanza lentamente. Todo está basado en las relaciones que se han podido desarrollar, las cuales siempre forman una red incompleta.  La cultura también tiende a frenar los cambios demasiado rápidos, lo que limita la velocidad a la cual se puede avanzar.  Finalmente, avanzar incluso lentamente en estas condiciones consume muchos recursos.
Nuestro impacto iba creciendo, ganando en profundidad.  Evitábamos las acciones puntuales e intervenciones discontinuas para enfocarnos en la creación de un cambio continuo y en profundidad en grupos de gente de tamaño modesto (aproximadamente 3000 en 2010).  Pero es difícil medir la profundidad de impacto, mientras es fácil medir el número de beneficiarios, por eso nuestro impacto es a veces más difícil de apreciar. Es por ejemplo fácil distribuir un container lleno de lámparas solares y proclamar 10,000 personas “impactadas”; pero es mucho más difícil trabajar mano en la mano con gente para entender su cultura, desarrollar  proyectos en conjunto, construir una infraestructura y vincularla con actividades que cambian la vida de estas personas.  Este último enfoque, el que es utilizado por blueEnergy en la Costa Atlántica de Nicaragua, da una buena relación recurso / ”profundidad de impacto” pero una mala relación recurso / “nombre de personas impactadas”, que sin embargo es la que más fácilmente entiende la mayoría de la gente.
De la misma manera, la necesidad de un crecimiento a nivel de  la organización que sea facilmente comprensible por la gente (es decir en número de beneficiarios) podía sentirse por todas partes, desde el personal de la organización pasando por los cofundadores y los donantes hasta el  público en general. Nuestro compromiso para un modelo de “impacto profundo” en la Costa Atlántica junto con el hecho que el contexto particular de este lugar restrinja el crecimiento de nuestro “número de beneficiarios” a ser de tipo orgánico nos empujaron a preguntarnos de que otras maneras podríamos extender nuestro impacto y llevarlo a mayor escala.
Durante la última fase de nuestra evolución, en 2010, hemos podido observar que teníamos diferentes tipos de impacto afuera de las comunidades más marginalizadas, y que también teníamos un papel importante que jugar en ámbitos más amplios donde podríamos desarrollar nuestro impacto a menor costo y eso a través de dos mecanismos – la imitación y la construcción del movimiento.
Seguirá en la segunda parte.

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